El estilo de vida actual y los nuevos hábitos alimenticios han causado en los últimos años un incremento significativo de las enfermedades cardiovasculares. Estas enfermedades son provocadas en su gran mayoría, por un exceso de impurezas acumuladas en la sangre. Se ha comprobado que el elevado nivel de colesterol es el principal causante de estas patologías, que constituyen la primera causa de mortalidad en los países desarrollados. El colesterol es un lípido (grasa) necesario para el correcto funcionamiento del organismo, que proviene de los alimentos grasos de nuestra dieta y del hígado, el órgano encargado de su producción. Cuando el colesterol se forma en exceso o cuando hay una deficiencia en su eliminación, se elevan su índices y se forman depósitos grasos.
El colesterol es una sustancia no soluble, transportada por la sangre en forma de lipoproteína (lípido + proteína). Las lipoproteínas más comunes son la lipoproteína de baja densidad (LDL o colesterol malo), que se encarga de transportar el colesterol al interior de las células y la lipoproteína de alta densidad (HDL o colesterol bueno), que se encarga de transportar al hígado el colesterol no aprovechado por las células, para su posterior eliminación.
Las células únicamente aceptan la cantidad de colesterol que necesitan. El colesterol sobrante se acumula en las paredes de las arterias y origina el endurecimiento de las mismas provocando la arteriosclerosis. El engrosamiento de las paredes, reduce el diámetro de las arterias y en consecuencia, aumenta la presión dificultando el flujo sanguíneo.
Además, el exceso de impurezas, incrementa la viscosidad de la sangre y entorpece aún más su flujo, lo que en ocasiones puede provocar obstrucciones. Si estas obstrucciones se localizan en los vasos cerebrales o en las arterias coronarias, pueden causar trombosis cerebral o infarto de miocardio respectivamente.
En el Centro de Investigación de Medicina Oriental de la Universidad de Kinki (Osaka-Japón) se llevaron a cabo varios estudios experimentales, con el propósito de determinar los efectos y actuaciones del Reishi en el metabolismo de las grasas.
En una primera fase del ensayo, el Dr. Shigeru Arichi, estudió el efecto del Reishi en un grupo de ratones con hiperlipidemia (exceso de lípidos) inducida por una dieta elevada en grasas. Según los resultados obtenidos, el Reishi favorece la eliminación de lípidos e interfiere en la absorción de grasas provenientes de la dieta, normalizando los valores de colesterol, triglicéridos y B-lipoproteína.
En una segunda fase del mismo estudio, el Dr. Michinori Kubo, verificó los resultados obtenidos en el ensayo anterior e incorporó nuevos datos al comprobar que los triterpenos del Reishi regulan los niveles de colesterol, inhibiendo su producción en el hígado.
El Dr. Teruaki Hayashi, en colaboración con un grupo de investigadores, llevó a cabo un estudio paralelo para determinar la eficacia del Reishi en los distintos trastornos circulatorios (trombosis, arteriosclerosis, …) inducidos por la dieta. Durante dos meses consecutivos, se proporcionó alimentos ricos en lípidos a un grupo de ratones, con el fin de elevar su índice de grasas y provocar enfermedades circulatorias. Tras realizar las pruebas oportunas y una vez detectadas las deficiencias circulatorias, se les administró Reishi.
Los resultados no pudieron ser más satisfactorios. Se comprobó que el Reishi, (ganoderma) disminuye las grasas evitando el riesgo de enfermedades cardiovasculares. También se consigue analizar el efecto anti-trombótico del Reishi en un grupo de ratones con lipemia natural. Además de disolver los trombos existentes, se comprobó que el Reishi frena el exceso de coagulación de plaquetas.
Reishi posee un elevado porcentaje de fibras que interfieren en la absorción de lípidos reduciendo el nivel de colesterol total.
Reishi favorece la eliminación de lípidos, interfiere en la absorción de grasas provenientes de la dieta y frena la producción de grasa en el hígado.
Normaliza las tasas de colesterol y otros tipos de grasas. Tiene efecto anti-trombótico.
